Comía y vomitaba una vez y otra, hasta diez o doce veces en un día.
A veces me levantaba de madrugada, me ponía a ver la tele y comía compulsivamente. Después, lo vomitaba todo. Así durante años en esa espiral destructiva. El único alivio que sentía ante mi existencia era ese, el placer de comer sabiendo que después todo saldría fuera. Perdí gran parte de mi cabello y durante un año tuve que usar una
peluca; los dientes, sobre todo las muelas, también sufrieron esa
devastación; psicológicamente es agotador. Me
consumía física y emocionalmente tanto en la relación conmigo misma como
en la relación con los demás, en relación a una sociedad que me abandonó siendo niña y me siguió abandonando después y de la que solo recibía reproches, críticas y
juicios por mi extrema delgadez y como no, por mis ocultos y privados atracones.
La anorexia y la bulimia no sólo son casos de presión por el físico a nivel social y mediático. Los trastornos alimentarios no son unicamente una cuestión estética.
Intenté yo misma buscar ayuda médica porque quería curarme, sabía que no estaba bien y deseaba controlar yo la comida, no que la comida me controlara a mí. Pero nunca, en ninguna de esas tediosas e insulsas visitas a los profesionales de las unidades de TCA, relacionaron
los abusos sexuales que sufrí en mi infancia con mis trastornos
alimentarios. Y cierto es que hay estadísticas y testimonios al respecto, el mio propio entre ellos. Esta relación efecto-causa no tendría que ser pasada NUNCA por alto y debería tenerse en cuenta, SIEMPRE, como opción.
En definitiva, señores profesionales, si realmente quieren ayudar a quienes padecen estos trastornos de la conducta alimentaria, dejen de obviar de una vez los orígenes de estos trastornos y busquen SIEMPRE en las raíces.
"CADA ABUSO QUE EVITAMOS, SON MUCHAS VIDAS QUE SALVAMOS"
Helga F Moreno