Finkelhor y Browne (1985) explican el impacto traumático del abuso sexual desde lo que describen como dinámicas traumatogénicas. Una dinámica traumatogénica es una experiencia que altera cognitiva y emocionalmente la orientación de la niña o niño hacia el mundo, y que genera trauma por distorsionar el concepto de sí misma, su cosmovisión y sus capacidades afectivas.
Estas dinámicas son:
1. Sexualización traumática.
Se entiende como el proceso mediante el cual el ofensor sexual modela de manera inapropiada el desarrollo evolutivo de la sexualidad de la niña o niño víctima. El ofensor utiliza estrategias para progresar en la conducta abusiva, recompensando a la niña o niño por la conducta sexual; por lo tanto, esta aprende que la sexualidad sirve para obtener cosas. Pueden así aparecer ciertos sentimientos negativos relacionados con la sexualidad o distorsiones cognitivas al respecto. Por ejemplo, que la sexualidad se relaciona con lo sucio o con cuestiones malas, o que es asquerosa. Otras distorsiones cognitivas pueden estar ligadas a la confusión entre sexualidad y ternura o afecto. Es decir que la niña o niño puede pensar que solo a través de la sexualidad podrá lograr que la valoren o que la quieran. El impacto psicológico y conductual de esta dinámica se manifiesta en los siguientes síntomas:- aumento del interés por cuestiones sexuales;
- confusión acerca de la identidad sexual;
- confusión acerca de la sexualidad normal;
- confusión de sexo con amor;
- asociaciones negativas en relación con la sexualidad;
- aversión al contacto o la intimidad sexual;
- preocupación sexual, ya sea por el cuerpo o por conductas sexuales, propios o de otros;
- conductas sexuales compulsivas/agresivas: consigo mismo o con otros;
- actividad sexual precoz: es decir, conductas sexualizadas no acordes al desarrollo evolutivo normal;
- promiscuidad/prostitución (en general estas conductas aparecen en la adolescencia);
- disfunciones sexuales.
2. Traición.
En esta dinámica la víctima, niña o niño, siente que ha sido dañada por alguien que lo quería y cuidaba, en quien confiaba y de quien dependía en todo sentido. Se siente traicionada en esta confianza básica, y la esperanza de ser cuidado por un adulto se derrumba. En muchos casos esta dinámica se ve agravada cuando la madre o la familia extensa no creen en la niña o niño y toman partido por el ofensor sexual. El impacto psicológico y conductual se manifiesta por la aparición de síntomas de:- depresión, desconfianza (especialmente respecto a los hombres cuando el abuso es hacia una niña), hostilidad;
- extrema dependencia de los adultos;
- aislamiento;
- exposición a nuevas revictimizaciones sin tener la capacidad de detectar el peligro (ya en la adultez pueden surgir problemas maritales o bien conductas agresivas o delincuencia).
3. Estigmatización.
Esta dinámica se desarrolla sobre la base de los mensajes negativos que la niña o el niño han recibido sobre sí mismos del ofensor, o quizás incluso del grupo familiar, en especial los mensajes referidos a las conductas sexuales: “Tu lo provocaste”, “Eres sucia/o”, “Es tu culpa”. La niña o niño comienza a responsabilizarse por el abuso sexual perpetrado por el adulto y se genera un profundo sentimiento de culpa y responsabilidad por lo ocurrido. Esto produce aislamiento y un sentimiento de ser diferente. Muchas niñas o niños comentan que creen tener un cartel en sus frentes que indican que han sido abusadas; otras dicen que están seguras de que se les nota que han sido abusadas. El impacto psicológico de esta dinámica en la niña o niño se manifiesta por fuertes sentimientos de vergüenza, culpa, sensación de ser distinto y baja autoestima. Las consecuencias conductuales de esta dinámica son:- conductas o ideas de suicidio;
- conductas de aislamiento;
- autoagresiones;
- abuso de sustancias;
- criminalidad.
4. Sometimiento.
Esta dinámica se desarrolla por la invasión que el ofensor hace del cuerpo, la intimidad y la mente de la niña o niño, en contra de sus deseos o necesidades. La niña o niño siente que debería hacer algo para parar el abuso, pero no puede. Este sentimiento es frustrante y genera mayor dependencia y desesperación, ya que es una situación sin escape. La niña o niño se encuentra y se siente entrampada. Esta situación se potencia con el uso de la fuerza o de las amenazas que hace el ofensor. La niña o niño queda así en un estado de extrema vulnerabilidad y dependencia. Las consecuencias psicológicas y conductuales de esta dinámica son las siguientes:- ansiedad, temor, fobias, somatizaciones;
- pobre sentimiento de eficacia;
- percepción de sí mismo como víctima;
- necesidad de control;
- identificación con el agresor: repetición del abuso (físico o sexual) como perpetrador;
- pesadillas;
- fobias;
- trastornos del sueño;
- trastornos disociativos;
- fugas, problemas escolares;
- depresión;
- conducta agresiva, bullying, delincuencia.
"CADA ABUSO QUE EVITAMOS, SON MUCHAS VIDAS QUE SALVAMOS"
Helga F Moreno