Una de las decisiones más difíciles que puede tomar una persona en la vida es la de romper todo contacto con su familia.
El incesto, los abusos sexuales intrafamiliares, suelen venir rodeados
de silencio, soledad y marginación. Cuando la persona decide romper ese silencio y se
atreve a hablar de ello lo habitual es que la
silencien y la inviten a no remover la mierda. Ese silencio que unido al de la víctima durante tantos años, otorga impunidad a los
abusadores, otorga impunidad a muchas familias y a la propia sociedad que no quieren
verse salpicadas.
Alejarse temporal o indefinidamente es a veces la única o la mejor opción para avanzar y/o empezar una reconstrucción interior.
Aquellos que un día fueran inocentes y habiéndoles dado la
oportunidad de rectificar y posicionarse en el lado del débil, de la
víctima y no lo hacen, se convierten irremediablemente en cómplices de
todo el mal causado.
«Los miembros de una autentica familia incestuosa, deben cumplir con su propio código. Único, personal, e intransferible, creado para su supervivencia y continuidad en el espacio y tiempo, al que están destinados a pertenecer. Su descendencia sucumbirá, se convulsionara, y vivirá agitada eternamente, pero nunca verá como se mezclan los integrantes de sus diferentes partes. La fusión no existe en una realidad deformada y enferma. Como integrante que eres de ese entorno, si te niegas a cumplir las normas, solo queda el aislamiento y la separación del grupo, desde la continuidad en su espacio propio, en el que también estás tú, es imposible poner en marcha una huida. Por tanto, pasas a cumplir otra función prevista en el código, te convierten en un personaje raro, extraño, antisocial, huidizo, evitativo, excéntrico, SILENCIOSO… pero real, sigues existiendo en su mundo y en el de los demás.» Lectura de un estertor de muerte.
"CADA ABUSO QUE EVITAMOS, SON MUCHAS VIDAS QUE SALVAMOS"
Helga F Moreno